jueves, 4 de febrero de 2016

Vivencias de padres: cacas

Cambiar cacas, muchas cacas: Esa es una de las cosas no muy agradables que lleva implícita la p(m)aternidad.


Reacciones a esta actividad hay para todos los gustos: están los que lo llevan más o menos bien (llevarlo del todo bien es imposible cuando se viven escenas horribles dignas de una película gore) y los que no pueden con ello (o quizás es falta de costumbre experiencia?).



Muchas veces ya no es cuestión de llevarlo mejor o peor; hay ocasiones en los que gestionar determinadas situaciones es algo asqueroso complicado… todo tu mundo se tambalea cuando oyes ese pedete líquido mientras el pequeño humanoide juega feliz sentado sobre sus posaderas. Justo en ese momento se te enciende la bombilla: ¿Cuánto hace que lleva ese pañal? Y el horror se empieza a dibujar en tu cara cuando te das cuenta que se lo has cambiado al levantarse por la mañana y han pasado ya demasiadas unas cuantas horas. Es ahí cuando por lo bajini vas diciendo ‘que no se le haya escapado, que no se le haya escapado…


Toca actuar y enfrentarse a la cruda realidad: hay que mover ‘el paquete’ el bebé con la misma delicadeza con la que un ladrón de Ocean’s Eleven sustituiría una joya de incalculable valor por un paquete de la misma envergadura y peso sin que el sistema de seguridad del museo se entere. Muchas veces seremos afortunados y comprobaremos que como mucho ‘solo se ha manchado un poquito el body’, aunque también habrá otras en las que se verá un sospechoso color marronaceo subiendo por la espalda... Aún peor es cuando coges al pequeño, confiado porque aparentemente no ha pasado nada (no hay fugas visibles) e inmediatamente notas que tus manos tocan algo ‘más blando’ de lo que sería normal, por muy osito que sea el pequeño… Ya está, a partir de ahí está todo perdido, no hay nada que hacer. Lo mejor es ir directos a la bañera.


Por suerte, estas situaciones no son las más habituales. Las normales son aquellas en las que toca lidiar con una buena plasta, con su buena consistencia y su pestazo perfume característico. Todo ello luchando para que el pequeño no consiga cogerse sus partes embadurnadas, no se le manche la ropa que lleva puesta, no te manches tú y con la esperanza de que no quede ningún resto que luego pueda amargarte la satisfacción de haber conseguido superar esa dura prueba de padres…
Es curioso como la naturaleza humana de los padres nos adapta para poder soportar estas situaciones. Porque al final lo haces, y a otra cosa mariposa…
¿Cómo lleváis estas situaciones? ¿Os escaqueais?

2 comentarios:

  1. Por no decir cuando les da por moverse sin parar. Aún recuerdo una Peppa Pig de peluche que acabó bien untada de mier... Barro como a ella le gusta.

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    1. jajaja... si es que esto no está pagado con dinero :P

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