martes, 13 de octubre de 2015

Amor de hermanos

 
Ser padres de dos pequeñajos no te deja ni un rato libre (no quiero ni pensar los que tienen más de dos!), vas de culo todo el día y muchas veces los nervios están a flor de piel preparados para hacer estallar nuestro pequeño universo y 'liarla parda' en cualquier momento.
 
No obstante, no todo es malo; ser padres de dos permite vivir situaciones en los que te derrites por momentos. Una de esas cosas, y para mi de las mejores, es lo que se llegan a querer entre ellos... y eso que solo hace un año que se conocen! Me encanta ver cómo al pequeñajo se le ilumina la cara y se le dibuja una inmensa sonrisa cuando aparece su hermana en escena o cuando le dice alguna chorrada... Solo con su presencia tiene la capacidad de hacerle salir de una situación de lloro desconsolado y transformarlo en sonrisas.
 
Dignas de mención son esas payasadas que le dedica la HermanaMayor al pequeñajo y que éste agradece con sonoras carcajadas, lo que hace que la protagonista de esa improvisada función se crezca aún más, y que el otro se ría más todavía... y al final, pierden el control y muchas veces necesitan de nuestra ayuda para salir de ese círculo vicioso, jajaja.
 
La devoción de la grande por el benjamín de la casa tampoco se queda corta; cuando lo ve tras estar un rato separados (esto es aplicable a cuando han pasado 5 minutos) parece que haga varios meses que no se ven: unos gritos, unos abrazos y una felicidad que muchas veces es excesiva y necesita de cierto control por nuestra parte tras los aspavientos del enano por intentar liberarse de esos abrazos de oso...
 
Ser padres de dos es cansado, agotador, estresante y en muchos momentos nos preguntamos cómo tuvimos la 'genial' idea de meternos en semejante berenjenal, pero cuando ves y disfrutas estas cosas se te olvida... y mola ser padres de dos.

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