Tensar la cuerda: Dícese coloquialmente del proceso de llevar una situación justo hasta el límite.
Están los terribles 2, los duros 3... y ahora, qué calificativo le ponemos a los 4? Los insistentes 4?
Pongámonos en situación: Una tarde cualquiera entre semana; toca dejar de ver la tele e ir a bañar. Preparamos el terreno: Comienzan los avisos por nuestra parte de que en breve habrá que dejar de ver dibujos e ir hacia la bañera. Parecemos los petardos de aviso que se lanzan justo antes de empezar el castillo de fuegos artificiales de fiesta mayor.
Tras miles unos cuantos avisos con una respuesta similar a “Un momento”, “Cuando acabe X”, “Uno más y ya está” y cosas del estilo, optamos por apagar la tele ayudarla a que acceda a hacer lo que le hemos dicho.
Crisis.
Es entonces cuando toca explicar que llevamos rato avisando, que no nos debíamos enfadar porque cada cosa tiene su momento, bla bla bla bla… Qué os voy a contar, ya sabéis de qué va el rollo, no?
Cambio de estrategia por su parte. Pasa a la etapa de querer hacer cosas: Un momento que hago un dibujo, un momento que recorto esto… mientras nosotros, como si fuéramos un mensaje grabado en el metro, vamos repitiendo la misma frase cada vez con un énfasis mayor. La intensidad va subiendo, y la cuerda se va tensando… y justo cuando parece que se va a romper, ‘cede’ y haciéndote un favor accede a hacer lo que llevamos media vida pidiéndole.
Estas situaciones se repiten habitualmente: Para ir a cenar, para ir a comer, para salir a la calle, para recoger… y siempre tiene el mismo modus operandi: va apurando y apurando hasta que detecta que no puede llegar más allá, y entonces afloja.
¿Qué significa esto? ¿Nos está midiendo? ¿Está calculando hasta hasta dónde puede llegar? En cualquier caso, que haga esto con cada cosa que le pedimos es una putada tortura porque es agotador…
Y lo que es peor, ¿muchas veces qué consigue con esta actitud? Que acabemos amenazándola. Aix… sí, ya sabemos que no hay que recurrir a ella, pero es que al final casi se le escapa a uno cuando ve que todo lo que se le dice queda a la espera de que a la se-ño-ri-ta (nótese cierto rintintín) le venga en gana hacernos el favor de hacer lo que debe.
Ya para acabar, el ‘consuelo de tontos’: me da a mi, por el estudio de investigación que he realizado (preguntando a los padres del cole y a algunos amigos), que no somos los únicos que vivimos esta situación con niños y niñas de alrededor de los 4 años…
Ahora solo queda seguir luchando hasta que pase, y cruzaremos los dedos para que no vengan los odiosos 5 :P
Va, los que tengáis hijos de estas edades, os sentís identificados? y los que son más mayores… nos espera algo peor? XD
Yo con 3 he vivido rachas así...y es agotador. A veces acabas recurriendo, por desesperación, a estrategias que te juraste a ti misma que no harías nunca (amenazas, decirle que me voy a enfadar, etc).
ResponderEliminarY luego, después de la frustración de haber tenido que recurrir a esas técnicas, llega la culpa. En fin...
En nuestro caso hemos comprobado que los "brotes" de tensión de la peque son esporádicos y normalmente coinciden con brotes de tensión familiar (una racha de estrés laboral, discusiones, cansancio acumulado...) A nosotros nos ayuda analizar cómo nos sentimos, hablar de ello y llorar si es necesario.
Ánimos!
Ui, este comentario se me pasó! Si que es agotador, sí... y exactamente pasa lo que dices: Aparecen las amenazas y las tácticas 'poco adecuadas'. En fin, a ver si conseguimos canalizar un poco todas estas sensaciones.
EliminarDisculpa el retraso!