jueves, 20 de agosto de 2015

Cerrado por vacaciones!


Ahora me toca a mi. Tras ir viendo cómo muchos de mis compañeros blogueros y blogueras se iban descolgando con anuncios de cierre por vacaciones ha llegado el momento de que yo haga lo propio. 




Llega el momento de recuperar fuerzas (¡Cuánto lo necesitamos! este último año ha sido muuuuy cansado), de no madrugar (con el despertador... ya se encargaran los pequeños de despertarnos) y de acabar de pulir los últimos flecos de nuestro próximo viaje. Mientras esté por aquí iré apareciendo por las redes sociales; cuando nos vayamos de viaje, si queréis seguir mis andanzas en familia por Croacia, lo iré contando todo desde mi otro blog: 'Con peques se puede'.

No sé la fecha exacta de la reapertura del blog, aunque tengo bastante claro que no serán los primeros días de septiembre (básicamente porque no estamos); calculo que más bien será hacia mediados. Tras nuestra vuelta del viaje llegará una temporada muy ajetreada a nuestro entorno familiar: cumpleaños de los pequeñajos, una boda civil, una despedida, una boda, el inicio del curso escolar... uf, ya me estoy cansando solo de pensar en todo lo que se nos viene encima :P

Cuidad bien la blogosfera paternal, tanto la que lo hacéis escribiendo como los que lo hacéis dándole soporte, leyendo y comentando lo que estos locos padres explicamos de nuestros hijos. Os estaré vigilando!

Nos vemos a la vuelta.

viernes, 14 de agosto de 2015

Y al final... todo pasa

Vivimos en un día a día frenético desde que somos padres. Y desde que somos padres de dos, aún más. Si eres padre de hijo único tienes la sensación de que todo va muy rápido, pero puedes sufrir disfrutar muchas situaciones que protagonizan los más pequeños de la casa. Si eres padre de más de uno (supongo que la velocidad se acentúa exponencialmente cuantos más niños hay), el sufrimiento disfrute de estas situaciones parece que aún es más efímero.


Un día, de repente, te paras a pensar y te das cuenta que el bebé ya no vomita al comer o que hace muchos días que no babea. Otro día te percatas que el pequeñajo ya no necesita ayuda para mantenerse sentado e, incluso, se levanta solo cuando se cae hacia atrás o está tumbado, o que la torpeza (propia de su edad) que tenía cenando para coger la comida con sus diminutas manos ha pasado a ser una habilidad y una rapidez digna de admiración.


Muchas de estas situaciones ocurren prácticamente sin que uno se dé cuenta. El ritmo frenético que llevamos en nuestras vidas nos arrastra y algunas de esas cosas que hacen los bebés (y los no tan bebés) con el tiempo desaparecen. Es conveniente pararse un momento para darse cuenta de que esa niña que antes se despertaba mínimo una vez por noche ya ha dejado de hacerlo y ahora es muy raro que la escuches (qué rápido se acostumbra uno a que no haya despertares...), o que de repente, la ya no tan pequeña llega a un interruptor que antes no estaba a su alcance o es capaz de encender la ducha del vestuario del gimnasio cuando antes necesitaba nuestra ayuda.


Vivir esto es inevitable, pero desde que me he dado cuenta de lo rápido que pasa todo intento fijarme mucho en estas situaciones a las que no damos importancia y que nos enseñan cómo van avanzando nuestros pequeños en su vida.


Te animo a que observes a alguno de tus hijos en su día a día; verás como hace nada que algo que no podía hacer ya no es impedimento.

viernes, 7 de agosto de 2015

De embarazos frustrados o complicados

Hace pocos días se hizo público que Mark Zuckenberg va a convertirse en padre; lo normal sería que esa fuera la noticia. Sin embargo, llamaba la atención otro detalle: explicaba que, antes de producirse ese embarazo, habían sufrido 3 abortos naturales.

Hablar de un embarazo que no lleva a término parece un tema tabú y no debería ser así porque pasa más veces de las que nos imaginamos. Es por eso que me he decidido a hablar de nuestra experiencia.

Nosotros también tuvimos un embarazo que no fue bien, y el bueno tardó demasiado mucho en llegar. Todo sucedió en el año 2010, antes de que llegara a nuestras vidas la HermanaMayor. Nos pusimos en busca del bebé muy ilusionados y con muchas ganas (y quién no!). A los 4 meses el test daba positivo. ¡Casi ni nos lo podíamos creer! a nosotros?!??! A los 4 meses lo habíamos conseguido?!?!? Parecía imposible cuando la vida siempre nos ha puesto las cosas bastante difíciles… Estábamos encantados!

Por aquel entonces la supermami (aún sin ese título) no tenía mutua privada; somos férreos defensores de la sanidad pública y nuestra intención era la de hacerlo todo por la Seguridad Social. Eso implicaba que no íbamos a saber nada del estado hasta la primera ecografía, a los 3 meses. Tampoco debería haber problema, no? Estas cosas casi siempre iban bien, verdad? Por si fuera poco, la ilusión nos hizo ser incautos y antes de este control ya se lo habíamos dicho a los padres: Error.

El día de la primera ecografía, con los nervios propios de la situación pero muy ilusionados fuimos hacia el hospital. Cuando comenzaron a hacernos la ecografía, el semblante de la persona que nos la hacía cambió; llamó a alguien para que echara un vistazo: 'Algo no va bien', escuchamos decir. A partir de aquí nos quedamos un poco en shock: en la bolsa no había embrión.


Primer test positivo

Nos explicaron todo con mucho detalle y nos dieron las instrucciones a seguir: pocos días después le harían un legrado a la frustrada no-mamá.

Salimos del hospital completamente descolocados; eso no entraba en nuestros planes. No obstante, la vida seguía y había que mirar hacia delante. Lo volveríamos a probar.

Nos fuimos de viaje (ya estaba previsto) y continuamos con nuestra vida; a los dos meses aproximadamente (había que pasar una cuarentena tras la operación), volvíamos a emprender la búsqueda. Esta vez no íbamos a esperar a los 3 meses para la primera radiografía: cogimos una mutua privada.

La situación era algo diferente, había aparecido en la ecuación una presión que antes no teníamos. Una presión que no tenía sentido, porque nos la autoimponíamos nosotros, pero que ahí estaba dando por saco. Además, esperábamos que fuera más o menos igual de rápido que la vez anterior. De nuevo, error.

Los meses pasaban y la situación no cambiaba. A los 11 meses de estar probando me hice una prueba de fertilidad: mis bichitos no eran para llevarlos a una olimpiada, pero bueno, tampoco parecía haber más problema. Días después la súpermami se hizo un contraste (histerosalpingografia) para valorar posibles problemas. Esa era la última prueba a la que nos íbamos a someter; a partir de ese momento tocaría tratamiento de fertilidad o valorar otras opciones. Pero no hizo falta. Después de esa última prueba, y sin la presión autoimpuesta porque ya estábamos al final del camino, el milagro sucedió.

Tocaba esperar algunas semanas en las que pasamos muchos nervios antes de saber si todo estaba bien. Cuando fuimos a la primera ecografía (a las 7 – 8 semanas) lo primero que vimos es que en la bolsa había algo. Al poco, nos pusieron los latidos del corazón: Todo estaba correcto.


Todo bien! Por fin!


Un año para conseguirlo tras un intento fallido. Tiempo desde que nos pusimos a ello: 18 meses. El proceso de búsqueda del bebé fue muy duro psicológicamente y estuvimos tentados de tirar la toalla en más de una ocasión. Al final, como muchas veces en nuestra vida, las cosas se nos ponen más difíciles de la cuenta. Pero lo conseguimos.

No es cierto esa imagen que se da de que 'todo ha ido súper bien', 'nos quedamos a la primera' y es lo que quiero mostrar con este post. No sé bien por qué pero muchas veces no se explica que no todo es tan bonito, y al igual que otras cosas, hay que enseñar las dos caras de la moneda, ¿verdad?