miércoles, 10 de febrero de 2016

Bienvenidas

Ya está, ya he llegado.


Me encuentro frente a la puerta de casa, buscando la llave y ansioso por vivir uno de los mejores momentos del día: La bienvenida a casa de los más pequeños de la familia.

Da igual si estás cansado o si vienes agobiado, ellos siempre te reciben igual: Una amplia sonrisa y un abrazo de esos que te derriten el alma porque lo dan como si hiciera semanas que no te ven. Eso levanta el ánimo a cualquiera, al menos durante un rato (hasta que comiencen las batallas diarias…).

Situación similar se produce cuando voy a recogerlos al colegio; primero a la HermanaMayor y luego al pequeño; una al colegio, el otro a la guardería. El ritual con la grande siempre es el mismo: ponerse en la cola de la puerta de la clase, cuatro palabras de cortesía con algunos padres y echar una mirada furtiva por la ventana hacia la clase. Allí estará, con todos los bártulos preparados, esperando pacientemente a que la profesora le indique que ya puede salir. Y entonces, igual que al llegar a casa, me regala un paaaaaaapiiiii y un gran abrazo. Es un momento fantástico y efímero, y aún más intenso si mi presencia es inesperada…

Con el HermanoMenor en la guardería la cosa va diferente, aunque no es menos emocionante: primero me encanta ‘espiarlo’ sin que sepa que estoy ahí por una de las ventanas; es una manera de ver que se encuentra bien, que se lo pasa bien y está bien atendido. Luego voy a la clase y cuando me ve la cara se le ilumina con una gran sonrisa. De repente empieza a enseñarte cosas, a traer juguetes y a corretear por la clase… Es su manera de decir que está contento de que estés allí.

Para muchos será una tontería, pero para mi esos momentos no tienen precio y me encantaría poder disfrutarlos cada día. Lamentablemente no es así y creo que eso hace que aún sean más valiosos.
Y que duren para siempre...

6 comentarios:

  1. Me pasa igual, a mí me encanta cuando voy a recoger a mi hijo a la guarde. En cuanto me ve por la puerta empieza a chillar "¡Mamá, mamá!, es mi mamá!!!, ha venido mi mamá!!!" Jajajaja me parto, todos los días así, como si fuese una sorpresa que le vaya a recoger (suelo ir yo, excepto algún día puntual). Son momentos muy intensos que cargan las pilas :)

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  2. Nos pasa igual a mi marido y a mí. No hay nada tan cotidiano y tan maravilloso como esa bienvenida, ese abrazo y esa sonrisa.
    Que duren para siempre... :)

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    1. Es fantástico! Te da una inyección de moral para afrontar lo que queda del día... Gracias por comentar :D

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  3. Nos pasa igual a mi marido y a mí. No hay nada tan cotidiano y tan maravilloso como esa bienvenida, ese abrazo y esa sonrisa.
    Que duren para siempre... :)

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  4. ¡Hola! como te comentaba en twitter una de las cosas que me duelen de ser ciega es no poder ver su carita cuando me ve llegar, sus miradas, en general sus expresiones cuando algo le hace feliz y por qué no, cuando le entristece o le da rabia. Me encantaría no perderme nada de mi pequeño.
    Pero cuando le cojo en brazos, le acaricio, me lo como a besos y le oigo sonreír, partirse de risa, hacer sus gorgoritos o sus primeras palabras... le toco la carita y noto como se le abre la boquita y se le alzan los mofletes preparándose para una sonrisa/risa/carcajada... cuando jugamos a que me escondo y me encuentra y se parte y viene gateando o corriendo agarrado a alguno de sus juguetes rodantes... y mil etcéteras, se me pasan las tonterías.
    De momento tiene casi 15 meses así que cuando me ve en la guarde sé que se pone contento y ríe porque a veces le escucho y con eso me llena el corazón para todo el día jeje.

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    1. piel de gallina, Núria!! Como hablábamos, te pierdes 'lo superficial', pero seguro que tus sensaciones son mucho más intensas en otras cosas :D.

      Un abrazo!!

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